miércoles, octubre 19, 2005

Los milagros de San Benito.

Cuenta la leyenda que San Benito, ya en su retiro y posteriormente a él, cuando fundó su monasterio en el Monte Cassino, obtuvo el don de realizar milagros. Ahí van algunos:


El primero fué remendar un cedazo roto por medio de la oración. Los hombres del lugar colgaron la criba sobre la puerta de la iglesia, y allí permaneció durante muchos años.

Abandonando la criba se fué a una cueva, desconocida por todos menos por un amigo, quien secretamente le mandaba alimento atándolo a una campanilla para que el Santo supiera cuándo le llegabala comida. Pero Satanás tiró una piedra a la cuerda, rompiéndola y también la campanilla. Sin embargo, el enemigo de la humanidad se encontró frustrado. Cuando San Benito había permanecido en la cueva todo el tiempo que los propósitos de Dios habían considerado oportunos, se apareció Nuestro Señor en el Domingo de Pascuas a cierto sacerdote, le reveló la estancia del hermitaño y le rogó repartiese su comida de Pascua con el Santo.

En cierta ocasión, San Benito, acuciado por las tentaciones de la carne a causa de una mujer que había visto en una ocasión, se abandonó a su pensamiento con tantísimo placer que pensó haber abandonado el desierto en donde se encontraba retirado. Pero, gracias a la Gracia de Dios (chafador), volvió en sí y, viendo una zarza cercana, se lanzó sobre ella de forma que al levantarse su carne quedase totalmente desgarrada. De ese modo, inflingiendo heridas a su cuerpo sanó las de su alma.

Su fama se extendió de tal modo que los monjes de un monasterio le suplicaron que se pusiera a su mando, y así lo hizo San Benito. Él insistió desde ese momento en conservar la virtud estricta, así que los frailes, enfurecidos, le dieron una copa envenenada para el almuerzo. San Benito, al hacer la señal de la cruz sobre ella, ésta explotó en cientos de pedazos. Después volvió al desierto.

En una ocasión un godo virtuoso, utilizando un martillo para apatar y machacar las zarzas del camino, se le escapó la cabeza de la herramienta cayéndosele al río. San Benito cogió el mango y lo hundió levemente en el río, de forma que la cabeza del martillo subió por sí sóla juntándose al mango y nunca más se soltó.

Un sacerdote vecino, envidioso, le mandó un pan envenenado. San Benito, milagrosamente lo supo, y por ello ordenó a un cuervo amigo suyo que cogiese el pan y lo llevase donde nadie pudiese cogerlo jamas, y así hizo el cuervo. El sacerdote, hastiado con San Benito, le mandó siete prostitutas al monasterio para hacer que San Benito cayese en la tentación. San Benito, temeroso de que algún novicio sucumbiese decidió irse del monasterio. A la mañana siguiente de irse el sacerdote murió al caérsele el techo de su casa. Cuando un fraile le dijo a San Benito, jubiloso, la noticia, éste guardó luto e impuso castigo al fraile por regodearse en la muerte del pecador.

Benito no mandaba destruir los recintos dedicados a dioses paganos, sino que los convertía en iglesias a Nuestro Dios. Un día, Satanás, harto ya de San Benito, se le presentó, no con disfraces ni argucias, sino tal y como es. Nadie más podía verle pero todos le oyeron gritar su nombre. San Benito no respondió. Dijo Satanás: "Bendito Benito". Como continuaba sin responderle, comenzó a insultarle y a amenazarle. Benito continuaba sin contestarle. Dijo entonces Satanás: "Maldito Benito, no bendito. ¿Qué me haces y por qué me persigues así?" Aquí termina la historia; se deduce que Satán se marchó desesperado y harto de la indiferencia de San Benito.

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