domingo, septiembre 11, 2005

Rochelle.


Aquí estamos en La Rochelle. Es una pena que no pueda colgar las fotos de la ciudad, que es preciosa, con unas construcciones a piedra a los lados de la entrada la ría y unos bonitos puentes y casas muy cuidadas. El problema es que las fotos que tenemos son hechas de noche y no se ve el fondo bien. Aquí estamos en una playa en una isla muy turística a la que se llega en autobús a través de un largo puente sobre el mar. Las playas, muy al estilo Mediterraneo (aun estando en la costa Cantábrica), y la zona de bastante dinero. No demasiada gente y suficientemente cuidado. Nada grandioso.

La historia es algo mas larga. Cuando llegamos, sudando chorros por el insufrible calor y las pesadas mochilas, sólo pensábamos en la playa, así que cuando logramos llegar al camping y montar por primera vez la tienda salimos escopetados en busca de la playa más cercana. Cuál fue nuestra sorpresa al ver que susodicha playa estaba infestada de mariquitas, sí, esos bonitos insectos que parecen inofensivos y hasta graciosos, pero que cuando se arrejuntan alrededor tuyo en un número cercano al de ciento de miles se convierten en insufribles criaturas. Era increíble. La gente parecía no importarle y las mujeres por lo general tenían alrededor suyo un surco rojo de las mariquitas que iban matando según se les posaban encima. Las duchas eran ya de por sí un cementerio de mariquitas. Ni en el agua se podía estar a salvo, ¡llegaban nadando!. Allí nació una heroína, la EXTERMINADORA. Cerca del ataque de nervios, cual Hidro verde, Paloma se transformó en la Exterminadora de mariquitas. Su osadía y su arrojo no tenían parangón, pero era superada en número de cientos de miles a uno, por lo que nos vimos obligados a retirarnos en una honrosa derrota. Terminamos tirados en un lugar cualquiera a la sombra de un establecimiento cerrado bebiendo una cerveza, machacados.

Ya por la noche nos fuímos de juerga y coincidió que eran las fiestas del pueblo. Allí había un concierto que la gente veía tirada en la hierba fumando sus cosas y bebiendo tranquilamente en un abmiente muy relajado. Por las calles, cortadas al tráfico, iban tocando cada varios metros distintos músicos (sorprendentemente buenos), haciendo sus espectáculos de malabares los hippies e incluso algún chiflado con música electrónica. Lo extraño, acostumbrados a la mediocriadad de los grupos que pueden surgir en nuestras ciudades, es que eran músicos muy buenos. Dentro de que muchos eran hippies auténticos, descalzos y con las más variadas pintas, eran gente que sabía lo que hacía y eran de calidad. Podríamos compararlo con una Semana Negra de más calidad, mejor ambiente y menos borrachera cerda.

Ya al día siguiente fuímos a la isla donde estoy en la foto a pasar allí el día hasta el siguiente tren dirección a Carnas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto es la Ile de Rê, que nada tiene que ver con La Rochelle. Está de camino entre esta y Carnac.
Cierto que el bus se cogía donde la estación de La Rochelle, pero no es la playa infestada de mariquitas. En esta, por suerte, podias bañarte sin miedo a toparte con una mariquita nadando hacia ti.Y tp había que correr desde la toalla a las duchas para llegar, más o menos, libre de ellas.
La sensación de choque de miles de mariquitas contra tu cuerpo juro no es nada agradable...puaj.