viernes, julio 08, 2005

Ironías sobre Dios.

La figura de Dios siempre me ha llamado la atención. No diré el tipicazo de que crea pasiones: o le adoras o le odias, y no lo haré porque es mentira. Es cierto que hay quien le adora hasta el punto del fanatismo y, en menos medida, quien le odia (habitualmente gente con ganas de protagonismo). Lo cierto es que hoy en día lo que abunda es una gran indiferencia. Indiferencia al menos a su parte "oficial", es decir, a la Santa Madre Iglesia romana apostólica. Lo cierto es que el vulgo se pasa lo que afirman los "grandes pastores" por esas zonas innombrables. Sólo hace falta ver el temilla de los preservativos, el tema del celibato o el de la homosexualidad. Lo cierto es que, a falta de un análisis más profundo (que no me resistiré a hacer en un futuro no demasiado lejano), la Iglesia se ha convertido en un ente que flota a la deriva y que va perdiendo cualquier peso y repercusión en la sociedad. Todo ello me lleva a algo que me ha llamado siempre muchísimo la atención, que son las ironías acerca de Dios. La ironía es la mejor crítica, una buena ironía no permite réplica alguna. Pues resulta que en mi último arrebato que me llevó a Madrid con mi querido Vario Pinto (de los Pinto de toda la vida), una caña tras otra nos llevo a hablar de cine, teatro, filosofía, crítica acerca de la sociedad y todo tema más allá de Spielbeg y Salsa Rosa (por fortuna), y en un momento dado calló sobre la mesa, al tiempo que daba un largo trago a mi afanosa cerveza, una frase que hizo chisporrotear mi mente, que me sorprendió por su claridad, honestidad y brillantez, y que inmediatamente me apropio ahora, que me apropié entonces, y que hago mía hasta que cambie de opinión, que no será por el momento. Dice así, a falta de que Vario Pinto me recuerde el autor:

Hiré al infierno, pero para mí, Dios, no merece ningún respeto.

Sintetiza lo que yo pienso al respecto. La opinión contraria es la de Pascal, el bueno de Pascal que decía aquello de que Dios existirá o no, pero por si acaso mejor adorarle, por aquello de que lo peor que nos ocurrirá es que hayamos perdido un poco el tiempo. Recuerdo ahora también al genio de Lovecraft:

La Biblia y las Mil y una Noches me merecen la misma credibilidad, pero la segunda me es mucho más entretenida.

Ojalá exista ese Dios salvador que nos librará de la muerte... pero es que por más que quiero la Iglesia me lo pone muy dificil.

Un saludo.

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